Crean minicerebros de Neandertales
Los últimos avances en células madre y edición de ADN han abierto el camino para devolver a la vida el cerebro de un Neandertal.
Cuando en 2010 la revista Science publicó el primer borrador del genoma del Neandertal, a muchos científicos se les disparó la imaginación y con ello apareció la polémica. Tras analizar más de cuatro mil millones de pares de bases de ADN de aquella especie prehistórica, quedó a disposición de los investigadores un material genético único y valiosísimo que luego fue completado en 2013.
Desde entonces, esta información ha permitido detectar y confirmar biológicamente, por ejemplo, la hibridación entre el Homo Sapiens y el Neandertalensis, algo especulado por los paleoantropólogos, pero que siempre había quedado en el territorio de las hipótesis más osadas. Con la secuenciación efectuada por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig y la empresa de los Estados Unidos 454 Life Sciences, se puso de manifiesto que el ser humano moderno portaba en su ADN una pequeña cantidad de genes neandertales. Entre un 1 y un 3%, lo cual nos podría haber dado ciertas ventajas evolutivas como, probablemente, el adaptarnos a climas más fríos.
La producción de la proteína llamada queratina otorga más firmeza a la piel, el pelo y las uñas, y este fenómeno podría haber surgido especialmente a partir de la hibridación de Sapiens con Neandertales. No obstante, también la unión pudo dejar una huella perniciosa en nuestros cuerpos, predisponiéndonos a contraer determinadas enfermedades como la esquizofrenia o ciertos niveles peligrosos de colesterol.
Clonar a un Neandertal
El disponer de ADN neandertal resultó mucho más tentador para otros científicos que juguetearon con la idea de clonar esta especie y devolverla a la vida en pleno siglo XXI. El genetista de Harvard George Church salió a la palestra de los medios de comunicación internacionales planteando dicha posibilidad en 2013. Aseguraba disponer de la tecnología necesaria para llevarla a cabo en el laboratorio, eso sí, con la ayuda obligatoria de una mujer voluntaria que quisiera alojar en su vientre el embrión de ese bebé prehistórico. Obviamente, este experimento nunca se ha realizado. Además de las dificultades técnicas, están los dilemas éticos que salen al paso. En declaraciones a la prensa, Church especulaba que, de efectuarse la clonación, hubiera deparado consecuencias positivas para nosotros, puesto que «sabemos que tenían una capacidad craneal superior a la nuestra y es concebible que su forma de pensar nos resultara beneficiosa (…) Ellos podrían incluso crear una nueva cultura neoneandertal y convertirse en una fuerza política».
Neuronas de otra especie
Sin llegar a esos extremos distópicos o utópicos de George Church, un proyecto realista ya en marcha es el desarrollado por dos laboratorios de EE UU. A partir de la tecnología organoide, están cultivando «minicerebros» con genética neandertal. Gracias a una combinación adecuada de nutrientes para alimentar células madre, resulta posible que éstas se transformen en un tejido cerebral u organoide del tamaño de un guisante. Dichas estructuras no corresponden a un cerebro completo, puesto que carecen de vasos sanguíneos, pero presentan las propiedades y funciones neuronales propias de un embrión humano. Así, se obtiene un minicerebro vivo y operativo sobre el cual se pueden ensayar medicamentos o analizar su actividad y evolución. Los científicos han aplicado esta técnica inventada en 2013, introduciendo en ella fragmentos de ADN antiguo neandertal para generar el organoide.
¿Sería, por tanto, esta especie menos sociable que la nuestra? ¿Tendrían más dificultades para convivir en grupos y eso les hizo más vulnerables?
Una vez efectuada la operación, se ha podido verificar que los cerebros cultivados de este modo difieren notablemente de aquellos exclusivamente humanos. Por ejemplo, el modificado neandertal reflejaba variaciones en su desarrollo características de las observadas en personas con autismo. Según el genetista en la Universidad de California en San Diego, al frente de una de estas pruebas, Alysson Muotri: «no quiero que las familias concluyan que estoy comparando a los niños autistas con Neandertales, pero es una observación importante», afirmó el doctor. «En humanos modernos, este tipo de cambios están vinculados con defectos en el desarrollo cerebral que son necesarios para la socialización. Si creemos que esta es una de nuestras ventajas sobre los Neandertales, se trata de algo relevante», puntualizó.
¿Sería, por tanto, esta especie menos sociable que la nuestra? ¿Tendrían más dificultades para convivir en grupos y eso les hizo más vulnerables? Dado que solo se ha usado la mutación de un gen en estos organoides, es muy pronto para llegar a conclusiones. Y mucho más aún para saber cómo pensaba o procesaba la información un Neandertal. Tan solo podríamos aproximarnos al funcionamiento del cerebro de un recién nacido. Pero sí que estos audaces experimentos pueden aportar una reveladora información acerca de cómo evolucionaron nuestros cerebros y el origen de algunos trastornos y enfermedades mentales.
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