Ciencia
01/06/2007 (00:00 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Cazadores de meteoritos
La tarde del domingo 4 de enero de 2004, un extraño suceso tuvo lugar en los cielos del norte de España. Eran las 16.46 horas cuando cientos de testigos pudieron observar un brillante objeto que surcaba el cielo emitiendo una poderosa luz incandescente. Más tarde, las fotografías y alguna filmación certificaron que se trataba de un meteorito procedente del espacio exterior. Pero sólo fue el último objetivo de los cazadores de meteoritos
Aunque no seamos muy conscientes de ello, lo cierto es que en nuestro planeta caen continuamente objetos de procedencia extraterrestre. La inmensa mayoría son partículas del tamaño de granos de arena que se volatilizan al rozar las capas altas de la atmósfera. El rastro luminoso que generan es lo que se conoce como meteorito o estrella fugaz. Sin embargo, con más frecuencia de la que podríamos suponer, algunos de estos objetos son rocas de un tamaño suficiente como para soportar el desgaste provocado por el rozamiento atmosférico, gracias a lo cual alcanzan la superficie terrestre. Para hacernos una idea, existen estudios estadísticos que nos dicen que en un territorio de la extensión de España pueden caer anualmente más de 34 meteoritos con un peso superior a los 100 gr, de los cuales, entre 5 y 7, pesan más de 1 kg y tienen el tamaño de un puño. Y sólo una vez cada uno o dos años llegará un meteorito con un peso superior a los 10 kg que, muy posiblemente, se fragmentará en trozos menores durante su trayectoria atmosférica antes de impactar.
Se ha calculado que caen a nuestro planeta en torno a las 200.000 toneladas de material extraterrestre cada año, la mayor parte en forma de polvo e incluso agua. En cualquier caso, salta a la vista que debe existir una enorme cantidad de meteoritos desperdigados por nuestros campos y montañas esperando que alguien, a poco que conozca sus características, los recupere para la ciencia.
Un poco de historiaDurante mucho tiempo los científicos no admitieron la existencia de los meteoritos. En el siglo XIX, la Academia de Ciencias francesa los calificó de "fantasía". El naturista francés Georges Cuvier, fundador de la rama de la ciencia conocida como "anatomía comparada", se cubrió de gloria más que ningún otro: "Las piedras no pueden caer del cielo, porque en el cielo no hay piedras". Ya en el siglo XX fueron identificados y clasificados por tipos según su composición y se determinó que mayoritariamente se formaban en el cinturón de asteroides, al colisionar estos entre sí. En otros casos menos numerosos, son restos de cometas o cometas mismos, que han sido los responsables de grandes impactos que han producido extinciones masivas en la historia de nuestro planeta. Al mismo tiempo, la hipótesis de la panspermia nos dice que la vida llegó a la Tierra a bordo de alguno de estos cometas en los primeros tiempos del Sistema Solar. Incluso algunos de los meteoritos hallados han sido identificados, debido a su composición, como procedentes del planeta Marte o de nuestro satélite, la Luna, desde donde fueron eyectados por el impacto de grandes asteroides.
Cazadores de meteoritosAun desconociendo su procedencia, en el pasado los hombres utilizaron meteoritos con diversos fines. Los cazadores inuits emplearon lascas de hierro obtenidas de un meteorito conocido como "meteorito de York" para fabricar cuchillos y puntas de lanza y, posiblemente, la piedra sagrada del islam la kaaba se trate también de otro meteorito.
Pero no es hasta el siglo XX cuando se comienza a buscar meteoritos a gran escala. El pionero en este tipo de búsqueda fue Harvey H. Nininger, quien desde los años veinte del siglo pasado buscó meteoritos con gran éxito en la región de las grandes praderas del centro de Estados Unidos. Con objeto de mejorar los resultados, instruyó a los agricultores locales sobre el aspecto que podrían presentar estas rocas espaciales y sobre qué debían hacer si se topaban con alguna. Gracias a ello se encontraron más de 200 meteoritos que, en su mayoría, fueron a parar a la colección privada de Nininger. Sin embargo, este primer cazador de meteoritos puso su colección privada al servicio de la ciencia y la divulgación, creando el American Meteorite Museum y relanzando el interés de la ciencia por los mismos.
A finales de los años sesenta, el norteamericano Ivan Wilson, otro apasionado cazador de meteoritos, descubrió decenas de ejemplares en los llanos cercanos al condado de Roosevelt, en el estado de Nuevo México.
La Antártida ha sido uno de los lugares idóneos para buscar meteoritos. Debido a sus condiciones climatológicas extremas, han sido expediciones científicas las únicas que han llevado a cabo campañas de búsqueda. En ese sentido cabe destacar los casi 700 meteoritos que recuperó una expedición japonesa cerca de las montañas de Yamato en 1974. Después de esto, muchos otros países Estados Unidos, Europa y últimamente China han organizado sus propias exploraciones antárticas de búsqueda. Pero ha sido en los desiertos y pedregales del norte de África y de Omán en donde los cazadores de meteoritos han tenido más éxito.
Cuando en 1986 unos ingenieros alemanes que realizaban prospecciones petrolíferas descubrieron 65 meteoritos en una planicie del desierto a 100 km al sureste de Dirj (Daraj) en Libia, se puso de manifiesto que el Sahara es un excelente lugar donde poder encontrarlos.
Así, cuando en 1997 fueron descubiertos algunos meteoritos procedentes de Marte y la Luna en el desierto libio, varias expediciones privadas recorrieron el desierto en busca de una cantidad indeterminada de meteoritos que, por desgracia, fueron a parar a colecciones privadas. Cuando los naturales de los países norteafricanos se dieron cuenta del interés que mostraban los occidentales por esas "piedras raras", se produjo un auge de su comercio, especialmente en Marruecos. Lamentablemente, la mayor parte de estos hallazgos terminan en manos de coleccionistas privados, que evitan informar del lugar donde fueron localizados para que nadie conozca el origen de su "mina". Recientemente, dos cazadores de meteoritos de reconocido prestigio, Carine Bidaut y Bruno Fectay, han recuperado una roca marciana que fue encontrada en un lugar que hasta ahora permanece secreto de la cordillera marroquí del Atlas.
Españoles tras piedras cósmicasJosé Vicente Casado es, hoy por hoy, el más importante "cazameteoritos" español. Sin embargo, a nivel oficial no existe ningún programa de búsqueda y recuperación de rocas extraterrestres en nuestro país y nuestros científicos se organizan empleando sus propios recursos, como es el caso de la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, operativa desde 1997. Esta red cuenta con la colaboración, prácticamente a nivel particular, de algunos reputados científicos del CSIC Centro Superior de Investigaciones Científicas y de investigadores de algunas universidades. Tratan de establecer una red de cámaras All-Sky que vigile el firmamento observable desde cualquier lugar de España y permita la localización de la posible zona de impacto de cualquier bólido capaz de convertirse en meteorito. Sin embargo, este proyecto no recibe por el momento ningún tipo de subvención institucional.
Finalmente, del avistamiento del bólido del 2004 se encontraron varios meteoritos que fueron puestos a disposición de los científicos. Su recuperación no hubiera sido posible sin la colaboración de las asociaciones astronómicas de León y Palencia, gracias a lo cual se evitó que cayeran en manos de los "cazameteoritos" extranjeros que ya pululaban por la zona.
La afición de buscar meteoritos puede reportar enormes satisfacciones, desde la investigación casi detectivesca para determinar la zona de caída de un bólido, hasta la contemplación del sobrecogedor espectáculo que nos ofrece el cielo nocturno. Solo por eso merece la pena.
Se ha calculado que caen a nuestro planeta en torno a las 200.000 toneladas de material extraterrestre cada año, la mayor parte en forma de polvo e incluso agua. En cualquier caso, salta a la vista que debe existir una enorme cantidad de meteoritos desperdigados por nuestros campos y montañas esperando que alguien, a poco que conozca sus características, los recupere para la ciencia.
Un poco de historiaDurante mucho tiempo los científicos no admitieron la existencia de los meteoritos. En el siglo XIX, la Academia de Ciencias francesa los calificó de "fantasía". El naturista francés Georges Cuvier, fundador de la rama de la ciencia conocida como "anatomía comparada", se cubrió de gloria más que ningún otro: "Las piedras no pueden caer del cielo, porque en el cielo no hay piedras". Ya en el siglo XX fueron identificados y clasificados por tipos según su composición y se determinó que mayoritariamente se formaban en el cinturón de asteroides, al colisionar estos entre sí. En otros casos menos numerosos, son restos de cometas o cometas mismos, que han sido los responsables de grandes impactos que han producido extinciones masivas en la historia de nuestro planeta. Al mismo tiempo, la hipótesis de la panspermia nos dice que la vida llegó a la Tierra a bordo de alguno de estos cometas en los primeros tiempos del Sistema Solar. Incluso algunos de los meteoritos hallados han sido identificados, debido a su composición, como procedentes del planeta Marte o de nuestro satélite, la Luna, desde donde fueron eyectados por el impacto de grandes asteroides.
Cazadores de meteoritosAun desconociendo su procedencia, en el pasado los hombres utilizaron meteoritos con diversos fines. Los cazadores inuits emplearon lascas de hierro obtenidas de un meteorito conocido como "meteorito de York" para fabricar cuchillos y puntas de lanza y, posiblemente, la piedra sagrada del islam la kaaba se trate también de otro meteorito.
Pero no es hasta el siglo XX cuando se comienza a buscar meteoritos a gran escala. El pionero en este tipo de búsqueda fue Harvey H. Nininger, quien desde los años veinte del siglo pasado buscó meteoritos con gran éxito en la región de las grandes praderas del centro de Estados Unidos. Con objeto de mejorar los resultados, instruyó a los agricultores locales sobre el aspecto que podrían presentar estas rocas espaciales y sobre qué debían hacer si se topaban con alguna. Gracias a ello se encontraron más de 200 meteoritos que, en su mayoría, fueron a parar a la colección privada de Nininger. Sin embargo, este primer cazador de meteoritos puso su colección privada al servicio de la ciencia y la divulgación, creando el American Meteorite Museum y relanzando el interés de la ciencia por los mismos.
A finales de los años sesenta, el norteamericano Ivan Wilson, otro apasionado cazador de meteoritos, descubrió decenas de ejemplares en los llanos cercanos al condado de Roosevelt, en el estado de Nuevo México.
La Antártida ha sido uno de los lugares idóneos para buscar meteoritos. Debido a sus condiciones climatológicas extremas, han sido expediciones científicas las únicas que han llevado a cabo campañas de búsqueda. En ese sentido cabe destacar los casi 700 meteoritos que recuperó una expedición japonesa cerca de las montañas de Yamato en 1974. Después de esto, muchos otros países Estados Unidos, Europa y últimamente China han organizado sus propias exploraciones antárticas de búsqueda. Pero ha sido en los desiertos y pedregales del norte de África y de Omán en donde los cazadores de meteoritos han tenido más éxito.
Cuando en 1986 unos ingenieros alemanes que realizaban prospecciones petrolíferas descubrieron 65 meteoritos en una planicie del desierto a 100 km al sureste de Dirj (Daraj) en Libia, se puso de manifiesto que el Sahara es un excelente lugar donde poder encontrarlos.
Así, cuando en 1997 fueron descubiertos algunos meteoritos procedentes de Marte y la Luna en el desierto libio, varias expediciones privadas recorrieron el desierto en busca de una cantidad indeterminada de meteoritos que, por desgracia, fueron a parar a colecciones privadas. Cuando los naturales de los países norteafricanos se dieron cuenta del interés que mostraban los occidentales por esas "piedras raras", se produjo un auge de su comercio, especialmente en Marruecos. Lamentablemente, la mayor parte de estos hallazgos terminan en manos de coleccionistas privados, que evitan informar del lugar donde fueron localizados para que nadie conozca el origen de su "mina". Recientemente, dos cazadores de meteoritos de reconocido prestigio, Carine Bidaut y Bruno Fectay, han recuperado una roca marciana que fue encontrada en un lugar que hasta ahora permanece secreto de la cordillera marroquí del Atlas.
Españoles tras piedras cósmicasJosé Vicente Casado es, hoy por hoy, el más importante "cazameteoritos" español. Sin embargo, a nivel oficial no existe ningún programa de búsqueda y recuperación de rocas extraterrestres en nuestro país y nuestros científicos se organizan empleando sus propios recursos, como es el caso de la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, operativa desde 1997. Esta red cuenta con la colaboración, prácticamente a nivel particular, de algunos reputados científicos del CSIC Centro Superior de Investigaciones Científicas y de investigadores de algunas universidades. Tratan de establecer una red de cámaras All-Sky que vigile el firmamento observable desde cualquier lugar de España y permita la localización de la posible zona de impacto de cualquier bólido capaz de convertirse en meteorito. Sin embargo, este proyecto no recibe por el momento ningún tipo de subvención institucional.
Finalmente, del avistamiento del bólido del 2004 se encontraron varios meteoritos que fueron puestos a disposición de los científicos. Su recuperación no hubiera sido posible sin la colaboración de las asociaciones astronómicas de León y Palencia, gracias a lo cual se evitó que cayeran en manos de los "cazameteoritos" extranjeros que ya pululaban por la zona.
La afición de buscar meteoritos puede reportar enormes satisfacciones, desde la investigación casi detectivesca para determinar la zona de caída de un bólido, hasta la contemplación del sobrecogedor espectáculo que nos ofrece el cielo nocturno. Solo por eso merece la pena.
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