Apocalipsis cósmico
Nuestro sistema solar y nuestra galaxia pueden parecer lugares apacibles y seguros, pero lo cierto es que vivimos en un Universo en el que acechan numerosos peligros que podrían acabar con nuestra civilización y borrar todo rastro de vida en el planeta Tierra en un abrir y cerrar de ojos. Estas son algunas de las amenazas que podrían hacernos desaparecer…
Cuando nos planteamos la posibilidad de un evento capaz de causar la extinción de nuestra especie o de la vida en la Tierra solemos pensar en catástrofes 'locales', a menudo de causa antropogénica, es decir, causadas por el ser humano (una guerra nuclear, consecuencias del cambio climático o la superpoblación, desastres derivados de ciertos experimentos científicos o de una inteligencia artificial 'rebelde', etc.) o bien como consecuencia de una pandemia –la Covid-19 nos ha hecho dolorosamente conscientes de esa posibilidad–, o de algún cataclismo de tipo geológico. Algunas de estas amenazas son un peligro real frente a las que deberíamos estar preparados, pero a menudo olvidamos que la desgracia también nos acecha desde lugares más lejanos. Estos son algunos de los supuestos que podrían causar un auténtico 'apocalipsis' de dimensiones cósmicas, capaz de hacernos desaparecer en un abril y cerrar de ojos…
Se calcula que, sólo en la Vía Láctea, hay más de 10 millones de estrellas muertas susceptibles de convertirse en agujeros negros
AGUJERO NEGRO 'ERRANTE'
Desde que los científicos plantearan su existencia, los agujeros negros han causado fascinación y provocado temor a partes iguales. Simplificándolo mucho, un agujero negro es una estrella muerta que, tras colapsar, se convierte en una región del espacio que posee un campo gravitatorio tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar a su poder de atracción. Se calcula que, sólo en la Vía Láctea, hay más de 10 millones de estrellas muertas susceptibles de convertirse en agujeros negros –sólo aquellas con una masa varias veces superior a la de nuestro Sol– y, por lo tanto, de 'devorar' todo lo que se adentre en su 'horizonte de sucesos', la frontera imaginaria que marca el punto de no retorno a partir del cuál es imposible escapar a su poder de atracción.
La humanidad podría verse amenazada en algún momento por uno de estos gigantescos 'devoradores de mundos'
Aunque pueda pensarse que los agujeros negros son objetos astronómicos estacionarios –hay evidencias de agujeros negros supermasivos en el centro de las galaxias, incluyendo la nuestra–, hoy sabemos que existen agujeros negros 'errantes' que se desplazan por las galaxias. Y la Vía Láctea no es una excepción. En el año 2009, los astrofísicos Ryan O’Leary y Avi Loeb, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, publicaron un estudio en el que planteaban que, según sus cálculos, cientos de agujeros negros errantes –y masivos, con masas de entre 1.000 y 100.000 soles– vagan por nuestra galaxia. En principio, según los científicos, estos agujeros negros 'vagabundos' no serían peligrosos para nosotros, pues estarían a miles de años luz de distancia, pero, aunque sea algo poco probable, podría suceder que la humanidad se viera amenazada en algún momento por uno de estos gigantescos 'devoradores de mundos'.
Al no emitir luz, la única forma que tienen los astrofísicos para detectar la presencia de un agujero negro consiste en captar los efectos gravitatorios que ejercen en los objetos que se encuentran en sus proximidades, o bien la emisión de chorros de gas supercaliente o flashes de rayos X que se producirían si 'engulleran' algún cuerpo astronómico a su paso. Si uno de estos agujeros negros errantes se aproximara en dirección a la Tierra, ¿qué ocurriría con nuestro planeta?
Cambios dramáticos en la temperatura del planeta, 'expulsados' fuera del sistema solar... Son algunas de las fatales consecuencias para la Tierra de estar próxima a un agujero negro
Lo más probable es que unos años antes nuestros astrónomos detectaran alteraciones en las órbitas de los cometas y asteroides de las regiones exteriores del sistema solar, lo que podría provocar que alguno de ellos impactara con nuestro planeta. Poco después, la enorme fuerza gravitatoria del agujero negro causaría alteraciones en las órbitas de los planetas exteriores, e incluso devoraría a algunos de ellos según se fuese aproximando a nosotros.
Cuando estuviera a unos 1.000 millones de kilómetros, provocaría variaciones en nuestra órbita, causando dramáticos cambios en la temperatura de la Tierra, que podrían descender a los -50ºC en invierno y superar los cientos de grados en verano, haciendo inviable la supervivencia para la mayoría de las especies. Otra posibilidad es que los cambios de órbita acabaran por 'expulsarnos' fuera del sistema solar, hasta el espacio profundo, sin una fuente de energía que nos permitiera sobrevivir. No menos desoladora resulta una última opción: que acabáramos devorados por el agujero negro. Aunque no hay forma de saber qué sucede exactamente cuando algo atraviesa el horizonte de sucesos y 'cae' dentro de uno de estos 'gigantes' cósmicos, sin duda supondría la aniquilación de nuestro planeta.
Por suerte, las probabilidades de que esto suceda son escasas. Aunque la Vía Láctea da cobijo a unos 10 millones de estos misteriosos objetos, las dimensiones de nuestra galaxia son tan colosales –su diámetro es superior a los 100.000 años luz–, que hacen altamente improbable que suceda algo semejante.
EXPLOSIONES DE RAYOS GAMMA
Además de estar detrás del origen de los agujeros negros, las muertes de estrellas también pueden dar lugar a otro fenómeno con enorme potencial destructivo. Cuando estrellas muy masivas –con masas superiores a las 25 masas solares– llegan al final de su 'vida', colapsan hasta producir una hipernova –un tipo de supernova aún más potente–, un evento cósmico capaz de desencadenar la explosión más violenta del Universo, con una emisión de energía en pocos segundos igual a la que produce una estrella como el Sol a lo largo de sus 10.000 millones de años de existencia. Durante esta deflagración cósmica, desde los polos de la estrella moribunda convertida en hipernova surgen dos chorros concentrados de rayos gamma, que viajan por el cosmos en direcciones opuestas. Estas explosiones o estallidos gigantes se denominan BRG (Brotes de Rayos Gamma), y suelen tener su origen en regiones muy lejanas, a miles de millones de años luz de nosotros.
Los primeros BRG se detectaron a finales de la década de los 60 del siglo pasado, y en la actualidad los astrónomos suelen captar al menos un BRG al día. Puede parecer mucho, pero teniendo en cuenta las dimensiones del universo observable, estos eventos son extremadamente raros. Hasta ahora todos los 'estallidos' de rayos gamma detectados procedían de fuera de nuestra galaxia, pero, ¿qué sucedería si se produjera uno en la Vía Láctea?
El óxido de nitrógeno producido al alcanzarnos los rayos gamma ocultaría el Sol y la capa de ozono resultaría dañada con catastróficas consecuencias para la vida
Si los chorros concentrados de rayos gamma generados por una hipernova a menos de 6.000 años luz de la Tierra estuvieran orientados hacia nuestro planeta, nos enfrentaríamos a una catástrofe de consecuencias nefastas para la vida. Al alcanzarnos, los rayos gamma causarían la división de las moléculas de nitrógeno y oxígeno de nuestra atmósfera, dando lugar a un proceso químico que generaría óxido de nitrógeno, un gas tóxico de efecto invernadero. Como consecuencia, el Sol quedaría oculto y la capa de ozono resultaría dañada.
En poco tiempo, la Tierra sería escenario de una nueva extinción masiva y pondría en riesgo a la humanidad. La ausencia de capa de ozono nos dejaría desprotegidos frente a la acción dañina de los rayos ultravioletas, causando daños en el ADN de muchos animales y plantas. Además de ocasionar numerosos casos de cáncer de piel en los seres humanos, los rayos UV provocarían también la muerte del fitoplancton de los océanos, responsable de la producción más del 50% del oxígeno presente en la atmósfera, y al mismo tiempo base de la cadena alimentaria de los ecosistemas oceánicos. Su desaparición supondría, por tanto, un serio peligro para la supervivencia de muchas especies, incluyendo la nuestra.
Eventos de este tipo ocurren en nuestro 'vecindario' cósmico una vez cada 100.000 o un millón de años
El escenario es sin duda aterrador, pero, ¿es probable que ocurra algo así en los próximos años? Según algunos investigadores, eventos de este tipo ocurren en nuestro 'vecindario' cósmico una vez cada 100.000 o un millón de años, aunque cálculos más optimistas señalan que los BRG que se originen lo suficientemente cerca como para resultar peligrosos se reducirían a uno o dos cada 1.000 millones de años. Se trata por tanto de sucesos que ocurren de forma muy extraordinaria, aunque no sabemos cuándo se producirá el próximo en nuestra galaxia. Según los investigadores, es muy posible que un evento de este tipo tuviera lugar hace 440 millones de años, y que fuera responsable de la extinción masiva ocurrida a finales del Ordovícico-Silúrico, así que, si hacemos caso a la estadística, deberíamos estar a salvo durante al menos varios cientos de millones de años. O puede que no…
LA EXTINCIÓN DEL ORDOVICIENSE: ¿CONSECUENCIA DE UN ESTALLIDO DE RAYOS GAMMA?
Nuestro planeta ha asistido a cinco grandes extinciones masivas en el pasado remoto. De ellas, cuatro habrían tenido su origen en actividad volcánica y el consiguiente cambio climático desencadenado, o bien a causa del impacto de un asteroide o cometa. En el caso de la extinción del Ordovícico-Silúrico, hace 440-450 millones de años, la causa podría haber sido, por el contrario, un estallido de rayos gamma desencadenado por una supernova o hipernova. Al menos, así lo creen algunos científicos.
La explosión de una supernova cercana y el brote de rayos gamma derivado de ella habría destruido la capa de ozono, permitiendo que los rayos ultravioleta dañaran a muchas especies
Hasta comienzos del siglo XXI, los investigadores creían que el origen de esta extinción –que provocó la desaparición del 85% de la fauna existente–, había sido causada por una glaciación consecuencia de la deriva de un supercontinente. Sin embargo, en el año 2004, Adrian Mellot, Bruce Smith Lieberman y otros colegas plantearon la hipótesis de que la explosión de una supernova cercana y el brote de rayos gamma derivado de ella habría alcanzado la Tierra, 'abrasándola' durante 10 segundos. El efecto de los rayos gamma habría destruido la capa de ozono, permitiendo que los rayos ultravioleta dañaran a muchas especies. Además, según estos científicos, los rayos gamma habrían propiciado la formación de gases tóxicos que crearon una “nube” que impidió la llegada de luz solar, causando un enfriamiento global que sentenció a numerosas especies animales y vegetales.
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