Alertan de los efectos de una próxima tormenta solar supermasiva

Exactamente a las 11 y 18 minutos del jueves 1 de septiembre de 1859 una potente llamarada emergió de un grupo de manchas del Sol y provocó intensas auroras boreales en latitudes inusuales, desde América del Norte hasta Colombia.

Para que te hagas una idea del alcance de la eyección, los periódicos de todo el mundo significaron que se podía leer sin dificultad de madrugada y que las alteraciones geomagnéticas eran tan fuertes que los telégrafos dejaron de funcionar, en algunos casos provocando pequeños incendios.

La pregunta es: ¿Te imaginas un evento así hoy en día?

Vivimos en una ciberburbuja que nos hace depender de la tecnología: GPS, comunicaciones, centrales eléctricas, nucleares… Las estructuras de nuestra civilización podrían paralizarse.

Al suceso de 1859 se le ha denominado Tormenta Carrington pues fue este astrónomo que hizo los bocetos de las manchas solares responsables de la eyección pero ni fue la primera, ni será la última.  De hecho, en tiempos modernos se han producido un par de tormentas solares severas que fueron responsables de cortes de energía en Quebec, Canadá (1989) y Malmö, Suecia (2003).

Ahora, un grupo de científicos liderados por Raimund Muscheler, profesor de Geología de la Universidad de Lund, en Suecia,  ha estudiado los núcleos de hielo procedentes de Groenlandia formados a lo largo de los últimos 100.000 años tratando de rastrear otros eventos del pasado.

Las tormentas solares se producen en tres fases. Primero, aparecen las erupciones solares que dirigen a la Tierra rayos X y luz ultravioleta que ionizan las capas más altas de la atmósfera. Después la radiación y, por último, la eyección de masa coronal que interactúa con el campo magnético terrestre y puede provocar fuertes fluctuaciones electromagnéticas. Todos estos eventos dejan su huella y es lo que Muscheler y su equipo estudian en los anillos de los árboles y en el hielo formado a lo largo de los últimos 100 000 años.

De este modo, han conseguido documentar una poderosa tormenta solar en el año 660 de nuestra era y confirmar la existencia de otras dos tormentas solares supermasivas en los años 775 y 994.

Las tormentas solares son un efecto natural recurrente y debemos estar preparados

Si Muscheler y sus colaboradores están en lo cierto, estas tormentas geomagnéticas son un efecto natural recurrente de la actividad solar y debemos estar preparados. En su opinión, se han subestimado los efectos de una tormenta de este calibre y, en la actualidad, podrían ser catastróficas, según un comunicado.

En efecto, la dependencia tecnológica actual hace que un evento como el de Carrington tuviera consecuencias terribles. No sólo porque los GPS, que presentes en teléfonos, aviones o automóviles dejaran de funcionar sino porque la red eléctrica podría venirse abajo y se necesitaría mucho tiempo para sustituirlos. Imaginen las escenas vividas recientemente en Caracas (Venezuela) a nivel global.

En noviembre de 2016, los científicos mostraron su preocupación tras la obtención por parte del SDO «Solar Dynamics Observatory», de la NASA de una imagen del sol en la que se advertían varias violentas explosiones sobre la superficie del astro rey que propulsaron  al espacio enormes proyectiles de plasma magnetizado ¿Estamos cerca de otra explosión solar?

El telescopio espacial del Solar Dynamics Observatory de la NASA nos ayudará a conocer mejor el comportamiento del Sol  pero mientras tanto los científicos Suecos piden a los políticos que no subestimen la fuerza de la naturaleza y preparen protocolos para una tormenta solar supermasiva.