La muerte en la prehistoria
Cuándo surgió la inquietud del hombre prehistórico acerca de una posible supervivencia de la consciencia en otro mundo
Una de las cuestiones que más ha interesado a los investigadores del mundo prehistórico es la relativa a las prácticas funerarias y las creencias sobre un mundo de ultratumba. ¿Cuándo surgió por primera vez la inquietud del hombre prehistórico acerca de una posible supervivencia de la consciencia en otro mundo? Una cuestión de difícil respuesta y sobre la que únicamente pueden extraerse suposiciones examinando restos funerarios. Sin embargo, este punto esconde más dificultades de las que podrían imaginarse en un principio.
Algunos de los investigadores que llevan décadas investigando los restos descubiertos en la hoy célebre Sima de los Huesos, en Atapuerca, creen que estos fósiles humanos, datados hace 350.000 años y pertenecientes al Homo Heidelbergensis –un ancestro aún más antiguo que el Neandertal–, podrían arrojar algunas pistas sobre las primeras creencias funerarias. El hallazgo en dicha sima de un bifaz –un instrumento lítico prehistórico–, junto a cientos de restos óseos, les ha llevado a pensar que quizá estemos ante un antiquísimo ejemplo de depósito con carácter funerario, interpretado como una posible ofrenda a los muertos.
Las sepulturas más antiguas han sido descubiertas en Próximo Oriente y tienen una antigüedad de 275.000 años
Esta suposición ha sido duramente cuestionada por otros investigadores, y todavía hoy es fruto de fuertes controversias. Dejando a un lado este polémico caso de la Sima de los Huesos, los estudiosos coinciden en identificar las sepulturas más antiguas sin género de dudas a algunos enterramientos descubiertos en Próximo Oriente, y cuya antigüedad es de unos 275.000 años. En estos casos la certeza sobre su carácter funerario parece indiscutible –es decir, que se trata de enterramientos intencionados, y no de restos que quedaron sepultados de forma accidental–, pero esto no significa que quienes las realizaron lo hicieran en base a creencias fúnebres basadas en la fe en una vida más allá de la muerte. Es muy posible que dichas sepulturas tuvieran una finalidad puramente funcional, sirviendo únicamente para evitar que carroñeros y depredadores devoraran los restos de algunos congéneres fallecidos.
Las prácticas de enterramiento parecen haberse "popularizado" hacia el Paleolítico Medio, momento en el que se encuentran varios ejemplos de sepulturas, casi siempre con carácter individual y sin alteraciones en los cuerpos enterrados. Ante la ausencia de más elementos, la interpretación de estos enterramientos resulta complicada, y no es posible realizar deducciones de tipo religioso, pues no se han hallado normas funerarias que se repitan, como el acompañamiento de ajuares, etc.
En el Paleolítico Superior se multiplican los depósitos funerarios con lenguaje simbólico
Tenemos que esperar al Paleolítico Superior (entre el 35000 y el 12000 antes de nuestra era), para comenzar a descubrir evidencias sobre una preocupación intelectual en torno a los enterramientos. En estas fechas, que coinciden con el desarrollo del arte paleolítico, los ejemplos de depósitos funerarios se multiplican, y el lenguaje simbólico que rodea a estas sepulturas se amplia de forma notable. Aparecen entonces objetos de todo tipo asociados a los cuerpos: herramientas, armas, figurillas, huesos de animales, etc. Un elemento que se repite en multitud de tumbas de este periodo, y cuyo significado todavía se desconoce, es la presencia de una sustancia ocre, similar a la empleada en algunas pinturas, que normalmente cubre toda la tumba, acompañando a cientos de conchas y decenas de dientes de animales perforados. Es el caso de una tumba hallada en La Madeleine (Francia), en la que se enterró a un niño de unos tres años. Hasta la fecha, los arqueólogos y antropólogos sólo han podido realizar suposiciones acerca del significado que este pigmento ocre pudo tener para los hombres del paleolítico, pero no hay duda de que tuvo que ser de tipo religioso.
Aunque estos descubrimientos funerarios son más comunes en este momento que en fechas anteriores, lo cierto es que las inhumaciones no debieron ser una práctica universal en el Paleolítico Superior. En la mayor parte de ellos se han encontrado huesos aislados –sobre todo cráneos–, muchas veces asociados y mezclados con huesos animales. En otros casos, los cráneos descubiertos cuentan con marcas que sugieren un "descarnamiento" que no puede atribuirse a la acción de depredadores o carroñeros. ¿Cuál es entonces su origen? Algunos autores creen que la causa podría encontrarse en una práctica que, hoy en día, produce escalofríos: el canibalismo.
Eso es, precisamente, lo que parece haber ocurrido hace miles de años en una región de Alemania. Allí, cientos de personas habrían sido descuartizadas y devoradas a manos de otros individuos durante terribles actos de canibalismo que tuvieron lugar hace unos 7.000 años, en las proximidades de la localidad actual de Herxheim. Esa es, al menos, la conclusión a la que llegó hace un par de años un equipo de investigadores de la Universidad de Burdeos I (Francia), que estuvo trabajando en el yacimiento. Según estos investigadores, encabezados por el antropólogo Bruno Boulestin, las horribles escenas podrían haberse producido durante la realización de rituales en los que se sacrificaba a esclavos o prisioneros de guerra, todo ello enmarcado en un momento histórico –entre el 5500 y el 5000 a.C.– en el que el centro de Europa vivió una serie de crisis sociales que alimentaron distintas formas de violencia.
"La hipótesis de sacrificios humanos en Herxheim es difícil de probar en estos momentos, pero tenemos evidencias de que varios cientos de personas fueron devoradas en un breve periodo de tiempo", explicó Boulestin. Los resultados preliminares de la excavación, detallados en la revista Antiquity no convencen, sin embargo, a todos los investigadores. Es el caso de Jörg Orschiedt, de la Universidad de Leipzig (Alemania) y Miriam Haidle, del Instituto de Investigación Senckenberg y el Museo de Historia Natural de Frankfurt, dos arqueólogos que estudiaron el yacimiento de Herxheim hace diez años, y para quienes los restos descubiertos allí no se corresponden con una ceremonia de canibalismo ritual, sino más bien con un ritual de reenterramiento durante el cual se procedía a limpiar huesos y cráneos, retirando restos de carne, antes de volver a inhumarlos. Una práctica esta, por otro lado, documentada en varias culturas antiguas.
En un yacimiento de Francia se hallaron restos de seis personas descuartizadas que datarían aproximadamente del año 4000 antes de nuestra era
Aunque en un principio Boulestin compartía esta hipótesis, más tarde cambió su punto de vista al analizar con detenimiento restos humanos (más de 200 huesos) que pertenecieron a unos diez individuos. En dichos restos se apreciaban marcas típicas producidas por descuartizamiento y evidencias que indicaban que la piel de los cráneos había sido limpiada y, en algunos casos, que se les había cortado la lengua a las víctimas. El antropólogo francés apoya la hipótesis de su equipo señalando que se conoce otro ejemplo de canibalismo en el neolítico, en este caso descubierto en una cueva francesa, donde se hallaron restos de seis personas descuartizadas que datarían aproximadamente del año 4000 antes de nuestra era. Sin embargo, Orschiedt y Haidle señalan otra vez que ese descubrimiento parece encajar igualmente en la idea de una práctica de reenterramiento, más que con supuestas prácticas de canibalismo.
Mientras Boulestin argumenta que se han detectado marcas de masticación en algunos de los huesos, los arqueólogos alemanes señalan que es "casi imposible" demostrar que los antiguos europeos practicaban el canibalismo, y destacan que la ausencia de mandíbulas inferiores en los cráneos de las presuntas víctimas indicaría un ritual de reenterramiento.
Ante la disparidad de opiniones y la dificultad de probar mediante evidencias científicas una u otra postura, los interrogantes que rodean al yacimiento –comenzado a excavar en 1996 y en el que se han encontrado hasta la fecha restos de unas 500 personas–, podrían quedar sin respuesta durante mucho tiempo.
Dejando a un lado la polémica sobre las supuestas prácticas de canibalismo –ya fuera de tipo ritual o por necesidades alimenticias–, otros hallazgos de carácter funerario han ofrecido jugosos y fascinantes detalles sobre las posibles características del mundo mortuorio prehistórico. Durante mucho tiempo, los prehistoriadores habían considerado que los habitantes del paleolítico no concedían el mismo status a los niños que a los adultos, interpretando que no eran "personas" hasta que alcanzaban cierta edad. Esta suposición se basaba en la ausencia casi total de enterramientos de infantes. Una percepción esta que, sin embargo, seguramente estaba equivocada. Además de la tumba del niño de tres años descubierta en La Madeleine, que mencionábamos antes, otros descubrimientos recientes han llevado a pensar a los investigadores que, en realidad, nuestros ancestros del Paleolítico Superior consideraron a los niños como sus iguales. Esa es la interpretación de un equipo de arqueólogos de la Comisión de Prehistoria de la Academia de Ciencias de Austria que, en el año 2006, descubrió dos tumbas en un yacimiento de Krems-Wachtberg, en el sur del país. Ambas tumbas –una de ellas con dos niños y la otra con un bebé– estaban acompañadas de ofrendas y cubiertas con el habitual pigmento ocre. Tras analizar mediante radiocarbono algunos de los objetos encontrados, los arqueólogos austriacos determinaron que el enterramiento tiene una antigüedad de unos 27.000 años. En un artículo publicado al respecto en la revista Nature, una de las autoras, Christine Neugebauber-Maresch destacaba el carácter singular del descubrimiento: "Nunca se había encontrado nada comparable a estos enterramientos de niños del Paleolítico Superior".
Ya en épocas más recientes, en tiempos neolíticos, los arqueólogos han descubierto restos de prácticas funerarias que sorprenden por el modo en que recuerdan a algunas de nuestras costumbres actuales. Uno de los ejemplos más singulares se dio a conocer a comienzos del año 2011, cuando un equipo de investigadores rusos y canadienses publicaron en la revista Journal of Anthropological Archaeology (Revista de Arqueología Antropológica) el hallazgo de una insólita tumba en Siberia que contenía los restos de un perro, enterrado con tal cuidado que resulta evidente que los humanos con quienes vivía lo consideraban casi un igual.
El descubrimiento se produjo en el yacimiento de Shamanka, cerca del lago Baikal (Siberia), donde los arqueólogos encontraron una fosa donde apareció el can –de una raza similar a un husky siberiano–, depositado cuidadosamente de costado, y rodeado de varios utensilios a modo de ajuar funerario. "Basándonos en cómo los indígenas del norte de tiempos históricos interactúan con los animales, pienso que la gente que enterró a este perro lo veía como un ser social y pensante, quizá un igual a los humanos en muchos sentidos", explica Robert Losey, uno de los autores del estudio y profesor de antropología en la Universidad de Alberta (Canadá). "Creo que el hecho de tratarlo como a un humano después de su muerte indica que esta gente creía que tenía un alma, y que los ritos funerarios que recibió aseguraban que su alma recibía un cuidado adecuado", añade.
El estudio de los restos del animal ha permitido determinar que comía los mismos alimentos que sus "colegas" humanos, y el análisis de su esqueleto parece indicar que fue utilizado habitualmente para trasladar grandes cargas de un lugar a otro.
Todos los descubrimientos ponen de manifiesto el gran vacío que tenemos de nuestros antepasados más remotos
Todos estos descubrimientos, tanto los relativos a las creencias religiosas y de ultratumba como los relacionados con la pintura o la música cuentan con un elemento en común: ponen de manifiesto el gran vacío de conocimientos que aún persiste respecto a nuestros antepasados más remotos. Sin embargo, con cada nuevo hallazgo que se produce parece quedar más claro que las diferencias entre "ellos" y nosotros son mucho menores de lo que pensábamos, al menos si eliminamos de la ecuación el factor tecnológico. La imagen mantenida durante décadas de hombres salvajes, comunicándose mediante gruñidos y sonidos guturales va dando paso a otra, más cercana a la realidad, en la que grupos de primitivos Homo Sapiens comenzaban a descubrir y apreciar las maravillas del arte y la música y sembraban las semillas de lo que miles de años más tarde serían las primeras religiones complejas.
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