El culto a la Gran Diosa: cuando Dios era mujer
En este extracto de la obra "Cuando Dios era mujer" (Editorial Kairós, 2021), la historiadora del arte y escultora Merlin Stone nos describe a la perfección las evidencias arqueológicas que ponen de manifiesto la existencia de un culto a la Gran Diosa en distintos lugares del planeta
No pasó mucho tiempo antes de que las diversas evidencias ocuparan su lugar y empezaran a tomar forma las conexiones. Y entonces comprendí. Astoret, la despreciada deidad "pagana" del Antiguo Testamento en realidad era (pese a los esfuerzos de los escribas bíblicos de disfrazar su identidad utilizando reiteradamente el género masculino) Astarté, la Gran Diosa, tal como era conocida en Canaán, la Reina del Cielo de Oriente Próximo. Los adoradores de ídolos paganos de la Biblia habían estado rezando a una diosa –en otras partes conocida como Innin, Inanna, Nana, Nut, Anat, Anahita, Istar, Isis, Au Set, Ishara, Asera, Ashtart, Attoret, Attar y Hathor–, la Ancestra Divina de muchos nombres. Sin embargo, en las diversas lenguas y dialectos de quienes la reverenciaban, cada nombre apuntaba a la Gran Diosa. ¿Fue una mera coincidencia que durante todos aquellos años de escuela dominical nunca me enseñaran que Astoret era mujer?
¿Quién era esta Diosa? ¿Por qué una entidad femenina, y no masculina, fue designada como deidad suprema?
Aún más sorprendente fue la evidencia arqueológica que demostraba que su religión existió y prosperó en Oriente Próximo y Oriente Medio milenios antes de la llegada del patriarca Abraham, el primer profeta de Yahvé, la deidad masculina. Los arqueólogos remontan el culto a la Diosa a las comunidades neolíticas en torno a 7000 a.C., y algunos a las culturas del Paleolítico Superior, alrededor de 25000 a.C. Desde la época de sus orígenes neolíticos, su existencia ha sido certificada hasta bien entrada la era romana. No obstante, los especialistas en la Biblia están de acuerdo en que Abraham vivió en Canaán (Palestina) en el tardío arco temporal que va de 1800 a 1500 a.C.
¿Quién era esta Diosa? ¿Por qué una entidad femenina, y no masculina, fue designada como deidad suprema? ¿Cuán influyente y significativo fue su culto, y cuándo empezó en realidad? Mientras me planteaba estas preguntas, inicié una exploración más profunda de los tiempos neolíticos y paleolíticos. Aunque en todos los rincones del mundo las diosas habían sido objeto de culto, me centré en la religión que evolucionó en Oriente Medio y Oriente Próximo, lugar de nacimiento del judaísmo, el cristianismo y el islam. Descubrí que el desarrollo del culto de la deidad femenina en esta región guardaba relación con las primeras manifestaciones religiosas hasta ahora descubiertas en cualquier rincón de la Tierra.
Se supone que la religión de la Diosa hunde sus raíces en el Paleolítico Superior, y que emergió en Oriente Próximo en el Neolítico posterior
AMANECER EN EL JARDÍN GRAVETIENSE DEL EDÉN
Aunque la mayor parte de sus yacimientos se han descubierto en Europa, se supone que la religión de la Diosa hunde sus raíces en el Paleolítico Superior, y que emergió en Oriente Próximo en el Neolítico posterior. Al ser anterior a la época de los registros escritos y no conducir directamente a un periodo histórico que podría contribuir a explicarlo, la información de la existencia paleolítica del culto a la Diosa debe, hasta la fecha, seguir siendo una especulación. Las teorías sobre los orígenes de la Diosa en este periodo se basan en la yuxtaposición de las tradiciones del parentesco matrilineal y el culto a los ancestros. Se apoyan en tres líneas de evidencias independientes.
La primera se basa en la analogía antropológica para explicar la evolución inicial de las sociedades matrilineales (de parentesco a través de linajes maternos). Los estudios de tribus 'primitivas' en los últimos siglos han llegado a la conclusión de que algunos pueblos aislados y 'primitivos', incluso en nuestro propio siglo, aún no poseían una comprensión consciente de la relación entre el sexo y la concepción. Se traza entonces la analogía para establecer que los pueblos paleolíticos se encontraban en un nivel similar de conciencia biológica.
Antes de que el coito se asociara al parto, la mujer era reverenciada como dadora de vida
S.G.F. Brandon, profesor de religiones comparadas en la Universidad de Mánchester, en Inglaterra, observó: "El hecho de que el niño llegara a la matriz era, sin duda, un misterio para el hombre primitivo [...] a la vista del periodo que separa la fecundación del nacimiento, parece probable que el significado de la gestación y el parto se apreciara mucho antes de comprender que estos fenómenos eran el resultado de la concepción después del coito".ntes de que el coito se asociara al parto, la mujer era reverenciada como dadora de vida
"James Frazer, Margaret Mead y otros antropólogos", escribe Leonard Cottrell, "han establecido que en las primeras fases de la evolución del ser humano, antes de comprender el secreto de la fecundidad humana, antes de que el coito se asociara al parto, la mujer era reverenciada como dadora de vida. Solo las mujeres podían traer al mundo a otros seres humanos, y la participación del hombre en este proceso aún no se reconocí".
Según estos autores, así como otras muchas autoridades que han escrito al respecto, es probable que en las sociedades humanas antiguas los individuos aún no poseyeran una comprensión consciente de la relación entre sexo y reproducción. Por lo tanto, el concepto de paternidad aún no se comprendía. Aunque probablemente se acompañaba de diversas explicaciones míticas, los bebés simplemente nacían de las mujeres.
El registro del linaje familiar se mantenía a través de la línea materna, de madre a hija, y no de padre a hijo, tal como es habitual en las modernas sociedades occidentales
Si esto era así, entonces la mujer era concebida como la única progenitora de su familia, la productora exclusiva de la próxima generación. Por esta razón era natural que los hijos adoptaran el nombre de la tribu o clan de su madre. El registro del linaje familiar se mantenía a través de la línea materna, de madre a hija, y no de padre a hijo, tal como es habitual en las modernas sociedades occidentales. Esta estructura social suele recibir el nombre de matrilineal, es decir, basada en el linaje materno. En estas culturas (entre muchos pueblos 'primitivos' incluso a día de hoy, así como en las sociedades históricamente certificadas en la época de la Grecia clásica), no solo los nombres, sino los títulos, posesiones y derechos territoriales se transmitían a través del linaje femenino, a fin de conservarse en el seno del clan familiar.
Hawkes señala que, en Australia, en las zonas en las que el concepto de paternidad aún no se comprende, "[...] es evidente que la descendencia matrilineal y el matrimonio matri-local (en el que el marido se muda a la aldea o el hogar familiar de su esposa) eran generalizados, y el estatus de la mujer, muy superior". Escribe que estas tradiciones aún prevalecen en ciertas zonas de África y entre los drávidas de la India, y que pueden encontrarse vestigios de esta tradición en Melanesia, Micronesia e Indonesia.
LA CREADORA DE VIDA
La segunda línea de evidencias guarda relación con el inicio de las creencias y rituales religiosos y su conexión con la descendencia matrilineal. Se han realizado muchos estudios de las culturas paleolíticas y exploraciones de los emplazamientos ocupados por estos pueblos y los posibles ritos vinculados a sus muertos. Todo ello sugiere que, como en los antiguos conceptos de la religión, probablemente adoptaron la forma del culto a los ancestros. Una vez más, se traza una analogía entre los pueblos paleolíticos y los conceptos y rituales religiosos observados en muchas tribus 'primitivas' estudiadas por los antropólogos en los dos últimos siglos. El culto a los ancestros se da en sociedades tribales de todo el mundo. Maringer afirmó que incluso en el momento en el que escribía, en 1956, ciertas tribus de Asia seguían fabricando unas pequeñas estatuas conocidas como dzuli. Al describirlas llega a decir: "Los ídolos son femeninos y representan los orígenes humanos de toda la tribu".
El concepto de la creadora de toda vida humana se formuló a partir de la imagen de la mujer más antigua del clan
Así pues, mientras se desarrollaban los conceptos religiosos del primitivo homo sapiens, se inició la búsqueda de la fuente última de la vida (acaso el núcleo de todo pensamiento teológico). En estas sociedades del Paleolítico Superior –en las que la madre tal vez era considerada como la única progenitora de la familia, el culto a los ancestros era aparentemente la base del ritual sagrado y los relatos de los antepasados probablemente solo se reconocían a través del linaje matrilineal–, el concepto de la creadora de toda vida humana se formuló a partir de la imagen de la mujer más antigua del clan, su antepasada primigenia, una imagen que fue deificada y reverenciada como Ancestra Divina.
LA REPRESENTACIÓN DE LA GRAN MADRE
La tercera línea de evidencias, y la más tangible, deriva de las numerosas esculturas de mujeres descubiertas en las culturas gravetienses y auriñacienses del Paleolítico Superior. Algunas de ellas se remontan a 25000 a.C. Estas pequeñas figuritas femeninas, realizadas en piedra, hueso y arcilla y a menudo conocidas como figuras de Venus, se han encontrado en regiones en las que antaño habitaron pequeñas comunidades asentadas.
Las figuritas femeninas bien pudieron representar ídolos de un culto a la 'gran madre'
Con frecuencia se han descubierto cerca de los restos de muros derruidos que probablemente constituyen las moradas más antiguas realizadas por el ser humano en la Tierra. Maringer asegura que en los muros se excavaron nichos o depresiones para alojar las figuras. Estas estatuas de mujeres, algunas de ellas aparentemente embarazadas, han sido halladas en yacimientos gravetienses-auriñacienses geográficamente dispersos en regiones tan alejadas entre sí como España, Francia, Alemania, Austria, Chescolovaquia y Rusia. Estos enclaves y figuras parecen abarcar un periodo de al menos diez mil años.
"Por lo tanto, parece muy probable", afirma Maringer, "que las figuritas femeninas fueran ídolos de un culto a la 'gran madre', practicado por los cazadores de mamuts auriñacienses, que no eran nómadas y que vivían en los inmensos territorios euroasiáticos que se extendían desde el sur de Francia hasta el lago Baikal en Siberia".
Con los cambios religiosos y morales, la madre divina independiente se transformó necesariamente en la compañera subordinada de una deidad masculina
Pero, ¿cuándo se produjo el fin del culto a la Gran Diosa? Robertson Smith afirmó que la Diosa aún era conocida en la religión patriarcal posterior y aseguró que su veneración se vinculó a "cultos" que tenían su origen en "la era del linaje matrilineal". A continuación, examinó la época en la que:
"[...] el cambio en la ley de parentesco despojó a la mujer de su antigua preeminencia en la familia y transfirió al padre la mayor parte de su autoridad y dignidad [...], las mujeres perdieron su derecho a elegir a sus parejas, la esposa se sometió al domino de su marido. [...] Al mismo tiempo, sus hijos pasaron a ser miembros de la familia del marido, en todo lo relativo a la herencia y a los deberes de sangre. En la medida en que la religión siguió el ritmo de las nuevas leyes de la moralidad social, debido a esta evolución, la madre divina independiente se transformó necesariamente en la compañera subordinada de una deidad masculina [...] o, si la supremacía de la diosa era demasiado rotunda como para ser socavada, cambiaba de sexo, como ocurrió en el sur de Arabia, donde Ishtar se transformó en el masculino Athar".
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