Cuánto se ha escrito; cuánto ha sido lo que las cámaras han rodado en diferentes partes del mundo; cuántos han intentado encontrarla, aparentemente sin éxito. Porque el Arca de la Alianza representa un sueño para los creadores de pesadillas. Y es que, generalmente, quienes se han puesto tras su pista no lo hacían con las mejores de las intenciones, pues sabían del poder que guarda ese objeto sagrado, del que se decía que era capaz de acabar con ejércitos enteros. O eso es al menos lo que aseguran las escrituras –Éxodo 25, 10-22–, que, como si se tratase de un moderno prospecto, detallan de manera escrupulosa cómo era el propio Arca, o más bien cómo debía hacerla Besalel, uno de los miembros de la tribu de Judá: "Haz un arca de madera de acacia, que mida 1,10 cm de largo, 65 cm de ancho, y 65 cm de alto. Recúbrela de oro puro por dentro y por fuera, y ponle un ribete de oro alrededor. Hazle también cuatro argollas de oro, y pónselas en las cuatro patas, dos de un lado y dos del otro. Haz también travesaños de madera de acacia, recúbrelos de oro, y pásalos a través de las argollas…". Lo explícito de los datos ha llevado a muchos buscadores a pensar que realmente existió, e incluso que todavía hoy podría permanecer escondida en algún lugar.
De lo que no hay duda es de que cada año y en una fecha muy puntual, el 17 de enero, en la iglesia de Santa María de Aksum, en Etiopía, se reúnen miles de fieles vestidos de blanco para celebrar la fiesta que lleva su nombre. No en vano se asegura que allí está, protegida de todo mal, y sólo esa jornada se muestra en procesión a los peregrinos que deciden acudir a tan importante conmemoración. Lo que ocurre es que este Arca sale tapada por un gran paño del mismo color, por lo que hemos de echarle imaginación al asunto, o pegar un tirón al trapo, cosa que seguramente no haría mucha gracia a los miles de fieles allí congregados.
Sea como fuere, el objeto que supuestamente contuvo la palabra de Dios en su interior, ha sido buscado en Egipto, en Jordania, en el desierto del Israel… pero donde todos están convencidos de que se encuentra es en Jerusalén, de donde no habría salido en tres mil años, atrayendo como un imán la fe y los problemas a partes iguales hacia el lugar más sagrado de la ciudad. Josep Guijarro ha estado allí y ahora, en un revelador reportaje nos cuenta lo que ha encontrado. Como podrán comprobar es mucho, avalado además por arqueólogos que llevan años intentando dar con la ubicación exacta del objeto. La cuestión es que, dado el punto en el que se baraja que está, justo debajo del polvorín de creencias más explosivo del planeta, habrá que ver quién se atreve a dar el paso, avanzar hasta ella, sin que suponga el comienzo de la III Guerra Mundial.
Lorenzo Fernández Bueno
Director de Enigmas
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