Civilizaciones perdidas
01/09/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

La máquina de Antikythera desvela sus secretos

Recuerda al mecanismo de un reloj pero posee dos milenios de antigüedad. La máquina de Antikythera, el OOPART –"objeto fuera de su tiempo"– más desconcertante, ha sido objeto, recientemente, de una exhaustiva investigación científica. Ahora vuelve a las vitrinas del Museo Arqueológico de Atenas, pero ha empezado a desvelar sus secretos…

01/09/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
La máquina de Antikythera desvela sus secretos
La máquina de Antikythera desvela sus secretos
Las frías y traicioneras aguas del mar Egeo conservaron en su seno, durante dos mil años, uno de los tesoros arqueológicos más desconcertantes jamás hallados. Un misterioso mecanismo, no más grande que una caja de zapatos, que se ha ganado con creces el calificativo de OOPART –acrónimo de "out of places artifacts" u "objeto fuera de su tiempo"–. Ahora, un equipo de científicos griegos y británicos lo ha liberado del ostracismo al que se hallaba condenado desde el pasado siglo y ha concluido que podríamos estar ante la computadora astronómica más antigua del mundo.

Como tantas otras veces sucede en arqueología, el descubrimiento de este objeto se produjo por "casualidad". Fue en el año 1900. Elías Stadiatos, un intrépido buceador especializado en la pesca de la esponja, se sumergió en la costa sudeste de Grecia, muy cerca de la minúscula isla de Antikythera, para conseguir algunos ejemplares, muy solicitados por los turistas que visitan el viejo barrio de Plaka, en la capital griega. Sin embargo, Stadinatos vio súbitamente frustrada su inmersión porque allí, a cuarenta metros de la superficie, algo lo había asustado. Cuando se despojó de su escafandra sólo pudo gritar jadeante: "¡Mujeres! Hay mujeres desnudas en el fondo… ¡Muertas!". Cuando el capitán Kondos ordenó a sus hombres que exploraran detenidamente la zona, se supo que las mujeres eran, en realidad, estatuas de bronce que se encontraban en un pecio romano hundido en el año 80 a. de C.

El gobierno griego no supo del hallazgo hasta un año más tarde, cuando el propio capitán Kondos se ofreció a las autoridades para efectuar el rescate sistemático de los restos, en el que murió un buzo y dos quedaron minusválidos. Pese a la desgracia descubrieron estatuas, joyas, muebles, ánforas de vino… Un auténtico tesoro. Sin embargo, el artefacto más valioso del cargamento pasó inadvertido inicialmente. Se trataba de una caja de madera carcomida, de 32 cm de largo por 16 de ancho y 10 de alto. Debido a las precarias condiciones en que se encontraba, el objeto se deshizo en pedazos al llegar a la superficie, lo que permitió, por otro lado, que quedaran al descubierto algunos engranajes del mismo. El artefacto pasó a ser conocido desde entonces como "la máquina de Antikythera".

Fragmentos anacrónicos
El arqueólogo del Museo de Atenas Valerios Stais pudo datar la inscripción de una de las piezas hacia el siglo I a. de C. Pero, entonces… ¿Qué era? ¿Para qué servía el extraño objeto? ¿Quién fabricaba y utilizaba engranajes de precisión, como los de los relojes, en la antigüedad?
Como un insulto a la lógica se sugirió que "alguien" habría perdido en el mar un astrolabio medieval –esto es, un instrumento que permitía determinar la posición y el movimiento de los astros para guiarse en la navegación– y que por "azar" habría caído sobre los restos del barco romano. De esta manera, el mecanismo de Antikythera durmió el sueño del olvido durante cinco décadas hasta que un científico británico, Derek de Solla Price, lo estudió con rigor.

En su primera publicación sobre el tema, en 1955, sitúa el mecanismo de Antikythera como precursor de todos los relojes mecánicos. Más adelante, en un artículo fascinante publicado en la revista Scientific American de junio de 1959, llamó la atención del mundo científico sobre diversos aspectos del mecanismo, respecto al que dedujo que debía ser una computadora astronómica a partir de las inscripciones con referencias al zodiaco, los cuerpos celestes y a los meses del año. Las modernas investigaciones avalan ahora esta conjetura.

De Solla Price quedó fascinado por la complejidad del mecanismo: veinte ruedas dentadas con minúsculos engranajes en 600 de ángulo, idénticos entre sí, que giraban de manera epicicloide y a velocidades diferentes, como los planetas. ¿Cómo era posible? Aquel objeto estaba, sin duda, fuera de los conocimientos científicos y tecnológicos que la ciencia atribuía a los antiguos.

Decodificando el mecanismo
Más de veinte años después de iniciar su trabajo, Price publicaría sus conclusiones finales sobre el mecanismo. En un libro titulado Gears from the greeks, del año 1974, se ponía como objetivo decodificarlo para saber cómo funcionaba originalmente. Para ello, se sirvió de fotografías de rayos X y rayos gamma que sondearon la estructura interior del dispositivo y los detalles de las esferas apelmazadas a consecuencia de su larga permanencia bajo las aguas.

Según la reconstrucción de Price, el mecanismo de Antikythera era un arreglo de engranajes creados y dispuestos para indicar las posiciones del Sol y de la Luna de acuerdo con el calendario girando una simple manivela. La esfera del Sol tiene 64 dientes y se engrana con un par de esferas más pequeñas de 38 y 48 dientes respectivamente. La de 48 se engrana a su vez con un par más pequeño de 24 y 127. Y la de 127 lo hace con los 32 dientes de la esfera de la Luna. Esto le permitió a Price calcular las velocidades angulares, lo que supuso una nueva sorpresa, pues suponía trabajar a partir de una serie de tablas astronómicas de precisión admirable, inalcanzable, para pueblos que observaban el cielo sin telescopios. Eran tablas que –con toda probabilidad– los griegos debían haber heredado de los babilonios pero, ¿cómo las obtuvieron éstos? ¿De qué modo consiguieron tanto la precisión astronómica como la tecnológica para realizarlas?

Investigaciones recientes
El mecanismo de Antikythera vuelve a estar expuesto hoy en el Museo Arqueológico de Atenas, tras más de un año de rigurosas investigaciones patrocinadas por el Ministerio Helénico de Cultura y apoyadas por una donación del Leverhulme Trust del Reino Unido. Sus conclusiones vienen a confirmar las sospechas de De Solla Price, que murió con la impresión de que el mecanismo se había hundido dos veces: una en el siglo I a. de C. y la otra en 1975, cuando publicó su libro.

Desde entonces, nadie más se había interesado lo suficiente por el objeto y nadie había respondido a las desconcertantes preguntas que planteaba: ¿Por qué no se han encontrado otros artefactos similares? ¿Era una prueba de la existencia de una civilización tecnológica más avanzada que la griega o la egipcia? ¿Fueron los helenos quienes marcaron la pauta para que los árabes desarrollaran el astrolabio en la Edad Media? Ahora, dos de los miembros del consejo administrativo del museo –el director de química Eleni Magkou y la arqueóloga Maria Zafeiropoulou–, han coordinado el equipo, cuyo núcleo académico está constituido por el astrónomo Mike Edmunds y el matemático Tony Freeth –ambos de la Universidad de Cardiff–, el astrónomo John Seiradakis –Universidad de Tesalónica–, el también astrónomo Xenophon Moussas y el físico Yanis Bitsakis –de la Universidad de Atenas– y, finalmente, pero no menos importante, el filólogo y paleógrafo Agamemnon Tselikas, de la fundación cultural NBG, encargado de descifrar las borrosas inscripciones que permanecían ilegibles en los extraños e intrincados engranajes.

La primera fase de recolección de datos tuvo lugar en otoño del año pasado. Para ello se emplearon las más innovadoras tecnologías procedentes de la empresa estadounidense Hewlett Packard y la británica X-Tek Systems. Los excelentes rayos X tridimensionales de esta última fueron representados usando el software de la principal empresa alemana presente en el proyecto: Volume Graphics.

Así, el pasado mes de septiembre de 2005, tres científicos especializados del Laboratorio de Medios y Sistemas Móviles de Hewlett-Packard, Tom Malzbender, Dan Gelb y Hill Ambrisco, viajaron a Atenas con su innovador sistema de imagen digital para examinar las inscripciones de la superficie y otras estructuras del mecanismo de Antikythera.

Una computadora milenaria
La rareza de la máquina de Antikythera imposibilitaba su extracción del museo, por lo que un "escáner corporal" de ocho toneladas tuvo que ser montado in situ para el proyecto. Se ha usado tomografía tridimensional para revelar las inscripciones ocultas de las que hasta ahora sólo conocíamos unos mil caracteres. El sofisticado examen ha posibilitado ahora descifrar el 95% del texto, que está siendo analizado por el citado filólogo y paleógrafo Agamemnon Tselikas, que asimismo ha hallado referencias escritas a mecanismos parecidos en los textos de Cicerón, el orador y filósofo romano del siglo I d. de C. "Como Alejandría, Rodas fue un gran centro de astronomía en la época", declaró el astrónomo Xenophon Moussas, quien añadió: "El barco en el que el dispositivo fue descubierto podría haber formado parte de un convoy a Roma, que llevaba un tesoro saqueado de la isla para el propósito de un desfile triunfal escenificado por Julio Cesar".

Para comprobarlo, el equipo de investigación examina ahora los demás restos del pecio romano donde fue hallado el artefacto en busca de nuevas pistas relativas a su misterioso origen.

Un mes más tarde, otro equipo de especialistas, de la compañía de vanguardia X-Tek Systems, dirigidos por el pionero propietario de la empresa, Roger Hadland, empleó la última tecnología en rayos X para observar la estructura interna del mecanismo con sus complejas y confusas series de engranajes. Diseñada originalmente para buscar minúsculas fracturas en las aspas de las turbinas, esta máquina –apodada Blade Runner– aporta unos asombrosamente detallados rayos X de "microfoco", lo que ha permitido observar los minúsculos detalles internos de las inscripciones y de los engranajes con una resolución mayor de una décima de milímetro.

Los estudios han permitido reconstruir el mecanismo en 3D y deducir su funcionamiento confirmando las primeras estimaciones adelantadas por Derek de Solla Price. Es decir, que el mecanismo de Atikythera era una suerte de computadora astronómica. Es posible que el artefacto pudiera haber formado parte de un sistema mayor, capaz de recrear los movimientos de todos los cuerpos celestes –el Sol, la Luna y los cinco planetas conocidos por los griegos–. Su función pudo haber sido más astrológica que astronómica, lo que no debería sorprender a los científicos, pues sabemos que los orígenes de la astronomía se encuentran innegablemente en la astrología.

En opinión del físico Yanis Bitsakis, "el reto es encajar este dispositivo en un contexto científico, ya que surge casi de ningún lugar… y niega la teoría establecida que considera que los antiguos griegos carecían de conocimientos técnicos aplicados".

Lo que sabemos con razonable certeza es que el mecanismo de Antikythera continúa siendo un artefacto singular para la historia de la ciencia y la tecnología, con complejidad notable en por lo menos treinta engranes dispuestos de forma cuidadosa en una pequeña caja, con indicadores graduados de forma comparable a un reloj científico moderno. Los últimos descubrimientos del equipo multidisciplinar –para sorpresa del mundo escéptico- no sólo no aclaran el enigma sino que aumentan los interrogantes.

En cualquier caso, debemos esperar. Los científicos procesan ahora los datos de su última investigación para ser presentados próximamente, los días 30 de noviembre y 1 de diciembre, en un congreso internacional en Atenas. Estos resultados prometen abrir un nuevo capítulo en la comprensión de este extraordinario mecanismo que puede variar de forma importante nuestra concepción del mundo antiguo.
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