DIOSES INSTRUCTORES DE ORIÓN Y LAS PLÉYADES
En los cinco continentes encontramos evidencias muy dispares en relación a un paleocontacto con extraterrestres procedentes de la constelación de Orión y el cinturón de las Pléyades: desde mitos sorprendentemente coincidentes a vestigios arqueológicos que apuntan precisamente hacia la disposición en el firmamento de dichos cúmulos estelares hace miles de años. En el siguiente reportaje viajamos de la civilización sumeria al antiguo Egipto, pasando por los pueblos mesoamericanos, África e Isla de Pascua en busca de pistas de ese contacto alienígena ancestral. Por José Gregorio González
En los años 60 y 70 del siglo XX surgieron toda una serie de teorías que abordaban el supuesto contacto de seres extraterrestres con algunas de las grandes civilizaciones del pasado. En la actualidad dichas tesis siguen vigentes, pero muchas de las pruebas que constituían la base de las tesis de los alienígenas ancestrales se han venido abajo gracias a una investigación mucho más lúcida de la mayoría de dichas evidencias. Ahora bien, es innegable que un extenso número de mitos aluden a unos dioses procedentes de la constelación de Orión y del cúmulo estelar de las Pléyades –perteneciente a la constelación de Tauro– que tomaron contacto con diversos pueblos en la noche de los tiempos, instruyéndolos en toda clase de saberes.
Precisamente, una ingente cantidad de estudios arqueoastronómicos apuntan a que ciertos monumentos de la antigüedad estarían orientados hacia dichas agrupaciones estelares, a semejanza de simbólicas lanzaderas espaciales que de alguna manera permitían mantener ese vínculo primigenio con los dioses alienígenas que un día descendieron a nuestro mundo. Anticipamos al lector que las Pléyades han fascinado al ser humano desde los tiempos de las cavernas, como sugieren una serie de pinturas en la cueva de Lascaux –datadas en unos 17.000 años–, según defienden expertos en astronomía antigua como Frank Edge. En este fascinante enclave paleolítico del sur de Francia encontramos un enorme toro primitivo sobre cuyo lomo se representaron seis puntos que reproducen de manera bastante convincente la forma de las Pléyades, dispuestas con respecto al toro como en el cielo lo están en relación a la constelación de Tauro, de la cual forman parte.
Es significativo que el nombre más antiguo de una estrella que conservamos sea precisamente el asignado por los sumerios a las Pléyades. En el 2500 a. C. denominaban Mul-Mul («Astro») a dicho cúmulo estelar. Encontramos monumentos alineados hacia este grupo de estrellas tanto en la aparente tosquedad de misteriosos enclaves megalíticos de Malta y Cerdeña como en los refinados templos de Teotihuacán, en México. En tierras peruanas las Pléyades incluso cuentan con su propia estancia dentro del Coricancha, el gran Templo del Sol que los incas levantaron en Cuzco en honor al enigmático dios instructor Viracocha. Cabe señalar que las Pléyades constituyen un caso singular, puesto que además de ser visibles desde la práctica totalidad del planeta, su impronta es muy profunda en los mitos de numerosos pueblos.
LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
En cuanto a la condición de «baliza celeste» de Orión –y especialmente de las estrellas de su «cinturón»–, son demasiadas las evidencias que en esa dirección se han acumulado en las últimas décadas. Algunos autores sugieren que el fascinante enclave megalítico de Nabta Playa –situado en el desierto de Nubia a unos ochocientos kilómetros al sur de El Cairo–, posible cuna de grandes civilizaciones como la egipcia, incluye alineamientos y representaciones de Orión hace casi 8.400 años… (Continúa en AÑO/CERO 314).
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