Conspiraciones
20/05/2016 (14:29 CET) Actualizado: 20/05/2016 (14:30 CET)

BASES NAZIS EN AMÉRICA

Meses atrás, varios miembros del Centro de Arqueología Urbana de Buenos Aires se desplazaron hasta el norte de Argentina, a la frontera con Paraguay. Allí, en mitad de la frondosa vegetación de la selva de Misiones, se produjo un sorprendente hallazgo. Los arqueólogos habían descubierto una base secreta nazi, que estuvo habitada durante un tiempo, y que para los expertos sería un punto intermedio hacia el destino final: un refugio gigantesco y equipado con la última tecnología de aquel tiempo, en el fin del mundo… Por Alfredo Sanz

20/05/2016 (14:29 CET) Actualizado: 20/05/2016 (14:30 CET)
BASES NAZIS EN AMÉRICA
BASES NAZIS EN AMÉRICA

Abril de 1945. El Séptimo Ejército norteamericano avanza hacia Berlín después de días de asedio a la antigua ciudad de Nüremberg. La batalla ha sido extraordinariamente dura. La plaza estaba bien guarnecida con cien panzers, veintidós regimientos?de artillería y casi veinticinco mil soldados SS. Ha sido una victoria por desgaste. Cuatro días en los que las baterías de la división Thunderbird no han cesado ni un segundo. Cientos de toneladas de metralla han reducido la ciudad a cenizas. Así hasta el 20 de abril, el día en que el Führer cumplía 56 años…
Los aliados le hicieron un bonito regalo; después de un lustro de combates encarnizados y millones de muertos, la bandera americana era izada sobre la techumbre del Museo de la Guerra de la ciudadela medieval. Berlín estaba cada vez más cerca. El final del conflicto también.
Apenas diez días después, Adolf Hitler, rumiando contra la traición de sus generales, enloquecido, avejentado y con los soviéticos campando a sus anchas por la capital del Reich, agarró con fuerza su Walther PPK de 7,65 mm y la introdujo en su boca. Después su esposa, Eva Braun, seguiría sus pasos. En otra estancia contigua, Goebbels, su esposa y cinco hijos hacían lo propio, ingiriendo varias cápsulas de cianuro. Había acabado todo… ¿Seguro?

CAMINO DE LA ANTÁRTIDA
Siete años antes, otoño de 1938. Del puerto de Hamburgo zarpaba el barco MS Schwabenland. La misión, secreta, estaba capitaneada por el veterano miembro de la Kriegsmarine Alfred Ritscher. La Sociedad Alemana de Investigaciones Polares llevaba años viajando a los polos con el firme propósito de establecer estaciones balleneras, ya que por aquellas fechas el aceite del cetáceo era fundamental para elaborar productos de primera necesidad como el jabón. Por tanto, éste era uno de los objetivos fundamentales de la operación, pero no el único. A bordo del barco, que había sido adaptado para que de él despegaran aviones, llevaban una importante estación meteorológica, y prácticamente el treinta por ciento del pasaje destacaba en alguna disciplina científica.
En enero de 1939 llegaron a las costas de la Reina Maud, en la Antártida. Allí establecieron una base temporal y dio comienzo la exploración. En apenas seis meses lograron cartografiar más de 550.000 km2 de territorio antártico, sobrevolando algunas de las regiones más inhóspitas del continente austral. Y además fueron lanzando con intervalos de 40 kilómetros unos conos de un metro y medio de alto para delimitar el territorio explorado, que pasaría a ser rebautizado como Nueva Suabia –Schwabenland– y que pretendían incluir en el listado de tierras conquistadas por el Tercer Reich. La situación se había precipitado una vez observaron el creciente interés de Noruega por anexionarse esta tierra, dado que el país nórdico era el mayor proveedor de aceite de ballena de Alemania, lo que creaba una dependencia extraordinaria y peligrosa, a la vista de cómo iban evolucionando los acontecimientos en el viejo continente.
Tras miles de horas de vuelo y más de 15.000 fotografías, lograron detectar una región en la que abundaban las fuentes termales, alrededor de las cuales florecía vegetación en mitad de un mundo demasiado blanco… (Continúa en AÑO/CERO 311).

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El número de enero de 2025 parece hecho desde el infierno. Nuestras páginas acogen a vampiros, sacauntos, hombres del saco y otros monstruos que se hicieron reales