Ciencia
13/01/2018 (14:29 CET) Actualizado: 18/05/2020 (09:15 CET)

Rumanía, la cuna de los soldados-lobo

Rumanía es conocida por su creencia en los vampiros; pero en esta ocasión no hablaremos de ellos. Hay una historia aún más desconocida y mucho más antigua… Lorenzo F. Bueno

13/01/2018 (14:29 CET) Actualizado: 18/05/2020 (09:15 CET)
Rumanía, la cuna de los soldados-lobo
Rumanía, la cuna de los soldados-lobo

Este artículo se corresponde al segundo capítulo de Misterios en DMAX, ¡a continuación lo puedes visionar si te lo has perdido!

 

Cuenta la leyenda que el primer hombre-lobo fue el rey griego Licaón, el fundador de la antigua ciudad de Licosura, hace dos milenios. Se decía que era tan piadoso que acabó haciendo sacrificios humanos para demostrar su religiosidad. Esta situación llegó a oídos del dios Zeus Liceo, que para comprobar si era cierto se disfrazó de peregrino y acudió a su palacio.

Allí comprobó la realidad de las acusaciones, por lo que como castigo lo convirtió en lobo; a él y a toda su descendencia. Así nace el mito del hombre lobo, pero ¿se imaginan una tierra en la que viven hombres-lobo, muchos siglos antes de que exista el rey Licaón? No va a hacer falta porque vamos a recorrer las montañas de Valaquia y Transilvania, los mismos lugares que habitaron hace más de dos milenios y medio estas misteriosas criaturas, para ver qué parte hay de real en todo esto. Y vamos a hablar de Zalmoxis, un dios antiguo que los protegía de la muerte. Por eso no tenían miedo a la lucha; por eso provocaban el terror cuando bajaban de las cumbres, vestidos con pieles, aullando… Los llamaban Dacios, los hijos del gran lobo blanco…

La cuestión es que para transformarse en guerrero-lobo había que pasar tres pruebas. Por eso esta historia es imposible de entender si no vamos a los lugares donde ocurrió todo.

No es extraño al ver estos montes, con estos bosques tan profundos, que los habitantes de la tierra hayan pensado que estaban habitados por seres diabólicos. A través de la Transilvania, "la tierra de más allá de los bosques", se seguía una ruta de sufrimiento y sangre, por un terreno vertiginoso, exuberante, gris… con lugares sagrados en los que pedir deseos y beber las aguas puras de estas montañas en la que habitó Zalmoxis, el primero que alcanzó la inmortalidad después de pasar tres años en el primer lugar que vamos a visitar, la cueva Ialomita, un enclave que invita a la reflexión, a contemplar con los ojos de otro tiempo este lugar en el que la espiritualidad se puede respirar. Ésta es la primera etapa de nuestra particular peregrinación… Nos adentramos en las entrañas de la tierra, recorriendo las mismas galerías que miles de años atrás atravesaron, seguro que, con menos luz, los candidatos a transmutar en lobo, hasta llegar a un punto fundamental: el lugar donde Zalmoxis murió y al cabo de tres años renació como inmortal.

Aquí brota el agua de una fuente de agua pura. Dicen que se puede pedir un deseo si eres puro de espíritu. Y hacemos nuestra petición… porque la magia del mundo antiguo te concede lo que pidas, siempre y cuando muestres respeto por ella. Al cabo de un pasillo muy estrecho llegamos al final del trayecto. El túnel continúa, pero se inunda. Hay una cruz ortodoxa llena de exvotos. Hace siglos, quienes llegaban hasta aquí ya tenían un tercio de la inmortalidad garantizada. Ahora hemos de hacer la segunda etapa; ahora debemos ir al lugar donde los guerreros más preparados eran arrojados a un bosque de lanzas. Esa era la prueba que debían de superar. Mientras, cientos de soldados vestidos con piel de lobo parecían entrar en trance alrededor de una enorme cabeza que coronaba la cima… Hacia allí vamos.

Poco a poco nos vamos metiendo en los montes Bucegi, en el corazón de los Cárpatos orientales. Aquí, según la tradición, se encontraba el Kogaion, la montaña sagrada del pueblo que habito estas tierras milenios atrás. Estos lugares son desde hace siglos un punto de reunión de viejas leyendas y de criaturas demoniacas… Atravesamos los dominios de Zalmoxis, el dios de los dacios.

En estos cerros la tradición dice que antiguamente habitaba un dragón, cuyo poder fulminaba de un solo rugido a los soldados más valientes. Esta es la segunda etapa para transformarse en inmortal… Toca subir hasta un lugar muy especial, 7 kilómetros a través de los Cárpatos para llegar a un ofertorio milenario, un altar antiguo desde el que los guerreros sabían que tocaba seguir… o morir ensartados en las lanzas. Se percibe la energía del lugar; pese a nuestras ganas de llegar, la tristeza se respira en el ambiente. Porque fueron más los que murieron sacrificados que quienes lograron salir con vida. Eso sí, quien escapaba a la muerte sabía que ya no había marcha atrás. El hombre iniciaba el proceso de transformación en lobo, en un ser inmortal, conforme se acercaba a la cumbre sagrada: el pico Omu.

Siglos después hubo un noble transilvano que adoptó como método de ajusticiamiento el empalamiento. Y creó su propio bosque de lanzas con los enemigos ensartados. Fue el último de los inmortales… Por eso visitamos Snagov, un pequeño monasterio del siglo XIV que se oculta tras la vegetación, en el corazón de una isla que se encuentra a algo más de 40 kilómetros de la capital rumana, Bucarest.

UN SEPULCRAL SILENCIO

Cuando accedemos a su interior encontramos dos cosas que llaman mucho la atención: las pinturas que cubren sus paredes, santos de la Iglesia Ortodoxa, y el silencio.

Hasta este lugar no vienen los turistas; quienes llegamos lo hacemos porque sabemos que si el espacio es casi mítico es porque aquí está enterrado un personaje que ya ha alcanzado la categoría de inmortal. Y todo gracias a Bram Stoker, escritor irlandés y miembro activo de la sociedad secreta más importante del XIX, la Golden Down in the Outer.

En 1897 publico su obra culmen, una novela que ha atravesado las fronteras del tiempo y se ha convertido en eterna, al igual que su protagonista: un personaje real que habitó en la supersticiosa Rumania de mediados del siglo XV llamado Vlad. Era un voivoda, un príncipe nacido en la ciudad de Sighisoara, en Transilvania, que luchó con el escudo de la fe contra los invasores turcos que amenazaban con doblegar a la Europa cristiana.

Por ello fue condecorado, como ya ocurriera con su padre, con la sagrada Orden del Dragón que concedía el emperador Segismundo. No en vano el ardor en la lucha de este bravo guerrero, y su crueldad a la hora de tratar al enemigo, le hicieron ganar el sobrenombre de Tepes, "el empalador". De su vida y de sus "logros" quedo fascinado Stoker. Tras años de investigación, de pisar las tierras del este del Viejo Continente, infectadas de lobos y vestidas de mil y una oscuras leyendas, acabó su obra: Drácula, el no muerto

EN BUSCA DEL CUERPO DE "EL EMPALADOR"

El personaje histórico fue muerto en los bosques que rodean Snagov en diciembre de 1475 o enero de 1476. Fue traicionado por su propia guardia moldava y su cabeza enviada al sultán Memet II para que comprobara que al fin había muerto su gran enemigo. Pero al parecer, los monjes ortodoxos que vivían en la zona llevaron el cuerpo hasta el monasterio. "Sin embargo en el año 1933 los arqueólogos e historiadores Dinu Rossetti y Nicolae Iorga excavaron en el sitio y solo encontraron restos de caballo", asegura mi amiga y guía Andreea Ivan. Y es cierto, pero también apareció un anillo con el escudo de la casa de Valaquia.

El historiador Nicolau Serbanescu afirma que es posible que "el cuerpo fuera enterrado en el lugar, y aproximadamente en 1875, cuando la tumba fue profanada, los restos hubieran sido secuestrados y llevados a otro lugar". Por eso todo lo que rodea a este lugar es interesante. Andreea me asegura que este lugar le "provoca inquietud". A mí, por el contrario, paz.

Da igual que Drácula alcanzase la inmortalidad como protagonista de una novela, porque del personaje real se decía que se transformaba en lobo o que se confundía con la niebla. Algo similar a lo que ocurría con los soldados-lobo de Zalmoxis… Guerreros que afrontaban la última etapa en soledad, la que no se debe de mostrar porque se vive de manera muy personal, interiorizando cada paso; así lo manda la tradición.

 

Este es uno de los 16 enclaves que Lorenzo Fernández Bueno visita en su nuevo libro, Misterios. ¿Aún no lo tienes?

 

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Comentarios (7)

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