LSD: Alucinaciones al borde de la muerte
Importantes instituciones médicas defienden el uso de esta droga a la hora de combatir ciertas patologías. Isabela Herranz
Ochenta años después de que se sintetizara y, tras décadas de prohibición, el LSD regresa para revolucionar de nuevo la farmacología, la psiquiatría y también la tanatología por las experiencias espirituales liberadoras que produce. Las abundantes pruebas científicas que avalan la eficacia de esta droga sintética para ayudar en el tránsito al más allá, tratar el alcoholismo y diversos trastornos mentales, han puesto en pie de guerra al estamento médico que defiende que su empleo se generalice y prosigan las investigaciones en un marco seguro y legal. ¿ha vuelto para quedarse definitivamente o todavía sigue causando terror por sus efectos alucinógenos?
En realidad, el LSD jamás tuvo suerte. Desde el día en que fue fabricado estaba destinado a los titulares aterradores, a la condena pública y al control legal. Los hombres de ciencia deben haberlo comprendido así porque lo han guardado en sus baúles como un secreto de familia… Era una droga predestinada». Así se expresaba en 1966, John Cashman en The LSD story, que se publicó en español dos años después con el título El fenómeno LSD y sirvió para iluminar a mucha gente de entonces sobre una droga psicodélica que estaba poniéndose de moda para consumo recreativo, pero que como ocurría con todas las drogas «sin receta» (letales o no como el tabaco y el alcohol) había tanta controversia como desconocimiento.
Lo cierto es que cuando su empleo empezó a generalizarse entre los jóvenes –sobre todo los hippies europeos y estadounidenses– ya llevaba unos cuantos años investigándose en laboratorio y aplicándose clínicamente.
La había sintetizado por primera vez el químico suizo Albert Hofmann –en 1938– a partir de la ergotamina (compuesto químico obtenido a partir del cornezuelo de centeno) y, aunque hasta 1943 no descubrió de forma accidental sus propiedades psicodélicas, lo cierto es que los laboratorios Sandoz Ltd. (donde se descubrió) la introdujeron comercialmente en 1947 bajo el nombre de Delysid como fármaco para diversos usos psiquiátricos. Sin duda, era una droga «predestinada», porque en las dos décadas siguientes psiquiatras y psicoanalistas vieron en el LSD un fármaco muy prometedor por los beneficios que producía para tratar diversas dolencias.
Sí, era un fármaco predestinado, pero no para quedarse, al menos en aquel entonces… Mientras gran número de médicos y psiquiatras revolucionarios –recordemos a Stanislav Grof y Timothy Leary, por ejemplo– ensalzaban la droga y abogaban por investigar sus efectos para fines terapéuticos a gran escala, cuando el LSD empezó a entrar en la cultura popular en la década de 1960 se vio como una gran amenaza para el orden político y la prohibición sobre lla consiguió sepultarla. Sin embargo, a día de hoy, 80 años después de que Hofmann la sintetizara, las cosas están cambiando: «Tras décadas de inactividad a raíz del sensacionalismo alrededor del empleo no médico de los alucinógenos durante la década de 1960, la investigación se ha reanudado en Estados Unidos y Europa, y ahora se dirige a sus aplicaciones terapéuticas potenciales », explica el químico farmacéutico David E. Nichols. ¿Qué tienen que decir otros expertos actuales que han seguido investigando sus efectos a pesar de los obstáculos legales para su investigación y empleo hospitalario? El psiquiatra Mathew Johnson, de la Universidad Johns Hopkins, de Baltimore, lleva años advirtiendo e informando sobre la seguridad de drogas como el LSD para la investigación y la aplicación clínica: «Las pruebas muestran que los psicodélicos clásicos se pueden administrar de forma comparable y favorable con muchos procedimientos aceptados en medicina. Sin duda, hay peligros potenciales como pasa con la mayoría de los fármacos, pero estos son en gran medida de carácter psicológico más que fisiológico en naturaleza y pueden equilibrarse con las medidas de seguridad adecuadas. Las pruebas experimentales deben proseguir y, si los datos siguen arrojando eficacia para tratar determinados trastornos, por ejemplo, angustia por cáncer y adicciones, con los que he trabajado, y se toman las medidas adecuadas, entonces mi esperanza es que el empleo clínico se permita en el ámbito médico profesional». Si la esperanza de Johnson se cumple, será que ha llegado el momento de la verdadera revolución farmacológica del LSD, máxime porque son ya muchos los que así lo exigen.
Lee el reportaje completo en el nº320 de la revista AÑO CERO
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