Extraños experimentos de transplantes
¿Perros con dos cabezas? Transplantes imposibles son algunos de los que tratamos en este artículo donde puede verse que pretensiones de la ciencia van mucho más allá de la ciencia ficción.
¿Sabías qué?
La tradición, imposible de corroborar históricamente, atribuye a los médicos mellizos Cosme y Damián el primer trasplante humano de Occidente a comienzos del siglo III. Amputaron la pierna a un gladiador etíope de piel negra, recientemente fallecido, para reemplazar con ella la extremidad gangrenada de un diácono de tez blanca llamado Justiniano. Hoy en día, Cosme y Damián son los santos patronos de los médicos y cirujanos.
PERROS CON DOS CABEZAS
En 1908, el científico estadounidense Charles Guthrie injertó la cabeza de un perro en el cuello de otro, provocando la primera bicefalia artificial que se conoce. El ensayo trataba de demostrar cómo conectar los vasos sanguíneos y restaurar la circulación entre un receptor y un donante.
Sin duda, constituyó un primer paso para el desarrollo de los trasplantes de órganos que se efectuaron después. Cuatro décadas más tarde, el Dr. Vladimir Demikhov, conocido por sus innovadores procedimientos quirúrgicos en los primeros trasplantes de pulmones y corazón, siguió con los experimentos de Guthrie y consiguió mejorar sus técnicas.
Efectuó hasta 24 intervenciones injertando cabezas en perros. La revista Life publicó las imágenes de una de esas operaciones. En las mismas se observa la cabeza y patas delanteras de un perro cosidas con éxito en el cuerpo de otro al que se le había cortado y vuelto a injertar su propia cabeza sobre la mitad añadida. La criatura bicéfala fue capaz de beber ante los periodistas presentes, aunque la garganta de una de las cabezas no tenía conexión con el estómago. Normalmente, estos perros de dos cabezas morían al cabo de unos pocos días. Solo uno de los 24 operados llegó a sobrevivir un mes.
CEREBROS VIVOS DE CERDOS DECAPITADOS
En el mes de mayo de 2018, unos investigadores de la Universidad de Yale (EE UU) declararon que habían logrado mantener vivos durante 36 horas los cerebros de unos cerdos decapitados.
El motivo del ensayo buscaba estudiar el encéfalo vivo de estos animales en el laboratorio, idear un método que prolongara este tipo de supervivencia, entender mejor el funcionamiento de esa parte del sistema nervioso central y experimentar el tratamiento contra una serie de enfermedades que le afectan directamente. Inevitablemente, se han alzado voces que interpretan esta prueba como una nueva manera de ampliar la vida humana y acercarse a la inmortalidad.
Otros especialistas se preguntan hasta qué punto esos cerebros decapitados se mantenían conscientes mientras permanecían en la cubeta, circunstancia que plantea profundas cuestiones éticas. Por ejemplo, ¿posee derechos una cabeza viva de laboratorio? Ante lo osado de esta clase de investigaciones y los dilemas morales que genera, 16 prestigiosos neurocientíficos estadounidenses publicaron una carta en Nature –la revista científica más prestigiosa del mundo–, solicitando una clara regulación que los oriente en su trabajo.
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