7 Criterios para diagnosticar a un poseído
El Padre Fortea, en su obra, Exorcística, plantea las bases sobre cómo distinguir si una persona está poseída o no por el maligno. Es el máximo exorcista que hay en el Vaticano y su experiencia lo avala. Aunque estos siete puntos sean vitales para diagnosticar si alguien sufre los peligros de Satán, siempre es recomendable tener una opinón psiquiátrica, puesto que en más de uno y de dos casos podríamos encontrar que en lugar de posesiones infernales, lo que presenciamos es más bien producto de alguna patología mental.
1. Ante lo sagrado o lo religioso, el sujeto manifiesta una gama de sensaciones que van, según cada individuo, desde el fastidio hasta el horror, desde una leve molestia hasta la expresión de ira e incluso furia desatada.
2. En estos casos más extremos, las reacciones del «poseído» suelen ir acompañadas de blasfemias o insultos, dirigidos hacia el objeto religioso situado en su proximidad.
3. El poseso, en los episodios agudos de manifestación de furia, pierde la consciencia. Cuando vuelve en sí, no recuerda nada. Sin embargo, aunque el protagonista no sea consciente de lo sucedido durante el episodio de posesión, ha padecido un cambio de personalidad mientras ha durado dicha crisis. Durante la misma, parece haber aflorado una segunda personalidad.
4. Esa segunda personalidad siempre tiene carácter maligno. Es frecuente que, durante esos momentos, las pupilas se vuelvan hacia arriba o hacia abajo, dejando los ojos en blanco. Los músculos faciales se tensan de forma antinatural, crispación que también se aprecia en sus manos. En esos momentos de crisis, la voz del sujeto denota odio y rabia.
5. Acabada la crisis furiosa, el individuo «poseído» vuelve lentamente a la normalidad. Llamativamente, dicho tránsito es prácticamente idéntico al que se observa en los sujetos que recuperan el estado habitual de conciencia tras haber sido hipnotizados.
6. Más allá de las crisis furiosas durante las cuales emerge su segunda personalidad, el individuo lleva una vida absolutamente normal, sin que dichos episodios afecten ni a sus relaciones personales ni a su entorno social. Es así que el sujeto se muestra como una persona perfectamente cuerda, que distingue con claridad entre la realidad que lo rodea y el mundo intrapsíquico.
7. Sólo en contadas ocasiones el relato consciente de los sujetos parece coincidir con las alucinaciones sensoriales (concretamente exponen que, esporádicamente, ven sombras, sienten una sensación extraña en alguna parte del cuerpo y oyen crujidos). Al contrario, no suelen oír voces internas, ni percibir que algo les corre bajo la piel, sino que lo normal es que tengan los sentimientos que ese ser les transmite: ira, rabia, tristeza y otros.
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